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Relato corto: ‘El periódico’

Muy buenas, aquí publico otro relatillo corto (me está gustando mucho, y cada día se me ocurren cosas nuevas sobre las que escribir). Como estoy de vacaciones, y sólo tengo un netbook a mano, no puedo publicar dibujos, asi que seguramente estos días publique relatos cortos. Me gustaría adaptar algunos a formato cómic, pero eso ya será más adelante; ya me contaréis que os parece 🙂

Os dejo con el relato que he escrito esta mañana. No se si conoceréis la serie Twilight Zone (aquí en España creo que llegó con otro nombre… ¿Historias del más allá? No recuerdo :S ). El caso es que le he querido dar a este relato un estilo parecido al de esa serie. Espero que os guste 😀

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Me llamo Francisco, pero podéis llamarme Fran. ¿Alguna vez os ha pasado algo tan increíble, que tardáis un tiempo en assimilarlo? Y no estoy hablando de un ascenso en el trabajo, o de conquistar a la chica o chico que llevabáis observando durante meses. No. Estoy hablando de un cambio total y absoluto de vuestras vidas. Un cambio tan fugaz, que ni lo véis venir.

Era un lunes. Lo recuerdo muy bien porque tenía resaca del fin de semana, e iba desorientado de camino al trabajo. Me senté en una cafetería para tomarme un café y despejarme; iba a ser una parada breve, me sobraba tiempo.
Mientras le daba unos sorbos a mi café, intentando no abrasarme la lengua, vi un periódico que reposaba en una esquina de mi mesa. Ni siquiera era un periódico importante, con suficientes páginas como para entretenerte toda una mañana leyendo; era más bien el típico periódico gratuito, delgado, con las noticas más relevantes del momento, y algún que otro pasatiempo en las páginas de atrás. Como aún me quedaba más de medio café, e iba sobrado de tiempo, decidí abrir el periódico abandonado por el final, y resolver los pasatiempos (las palabras cruzadas o los sudokus son mis preferidos).

¡Qué porqueria! Los pasatiempos ya estaban resueltos, se me había fastidiado la única diversión que tenía al alcance en ese momento… ¿o no? Teniendo el bolígrafo en la mano, y con la diversión truncada, le dí la vuelta al periódico, y me conformé dibujándoles bigote a los personajes que salían en las fotos de las noticias. Eran bigotes sencillos, realizados con un manchurrón de boli con movimientos zigzagueantes. Una vez se acabaron los bigotes que dibujar, pasé directamente a tachar noticias, cambiarlas, escribir palabras obscenas… lo que haría alguien aburrido con un bolígrafo en la mano.

Lo admito, no era excesivamente divertido, pero entretenía lo suficiente para terminarme el café. Me disponía a levantarme y reanudar mi camino al trabajo, cuando entró casualmente uno de los personajes importantes que salían en el periódico que acababa de pintarajear.  El tío llevaba un bigote, como si alguien se lo hubiese pintarajeado en la cara… solo que no era tinta, era real. Al principio no le dí mucha importancia, lo encontré curioso y gracioso al mismo tiempo; una curiosidad casual. Pero una vez que las casualidades casuales aumentaron de forma alarmante, cambié de opinión: no sólo las personas del periódico a las que dibujé bigote, llevaban uno idéntico (incluidas las mujeres), ¡sino que también estaban cambiando las situaciones actuales, tal y como yo las escribí!

Obviamente, no intenté buscarle la lógica al asunto, simplemente cogí el periódico, y me fuí corriendo a casa. Cambié muchas cosas, demasiadas; incluso averigüe que también funcionaba añadirle post-its al periódico, sumándole extensiones en las que escribir.

Lo cambié todo. Al principio fueron cambios menores (mi trabajo, mi economía, las personas con las que me relacionaba…), pero no tardé en volverme ambicioso, y llegaron los cambios mayores. He llegado a cambiar prácticamente el mundo entero para mis propios intereses, y seguirá cambiando, por supuesto. Probablemente estés leyendo esto, y te parecerá un cuento o una anécdota inventada, pero lo cierto es que todo lo que tienes alrededor, incluida tu vida, la he cambiado yo, con un periódico que me encontré en una cafetería de camino al trabajo. Puedes recordar mi nombre y maldecirme, o simplemente mirar hacia otro lado y repetirte mentalmente que nada de esto es cierto, que tienes total control. ¿Cómo se siente el saber que no eres más que una marioneta que se mueve por situaciones que otro crea, modifica o elimina? Que tengas un buen día. Yo seguro que lo tendré.

¡Qué cabrón el tal Francisco! No tiene pinta de contar la historia con intenciones informativas, sino más bien con intenciones dañinas. El poder se sube rápido a la cabeza…

Un saludo, y gracias por visitar al erizo una vez más 😀

Relato corto: ‘El restaurante’

Muy buenas, seguidores/as y visitantes de este nuestro erizo. No hace falta decir que me apasiona dibujar, creando escenarios, situaciones y personajes (sobretodo personajes, ya que los escenarios aun los tengo un poco verdes); pero también me gustan mucho los cómics, y algún día me gustaría dibujar uno. El principal problema es el guión, así que voy a escribir un mini-relato, para practicar mi redacción, y entrar en calor… de esta forma, voy añadiendo ideas para un posible guión. Perdonen si el texto tiene faltas graves o clichés, pero en fin… escribir no es mi campo, aun ^__ ^U

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Tengo los oídos taponados, otra vez. He ido al otorrino bastantes veces, y siempre es la misma respuesta: “Usted no tiene nada en el oído, señor. No tiene tapones de cerumen que hagan obstrucción, ni inflamación, y su nivel de audición es normal. Intente masticar chicle, o haga ejercicios con la mandíbula para quitar el taponamiento”. ¡Ya lo hago! Y siguen taponados.

De hecho, se me taponan de una forma un tanto aleatoria. Después de estar “trabajando” de 10 a.m. a 1:30 p.m., con sudor en la camisa de haberle “apretado las tuercas” a un idiota que valora más sus deudas que a su propia vida, y de tomarme un cremoso café italiano ¡PAM!, taponamiento. ¡¡Joder!! Normalmente, cuando se me taponan los oídos, siento una sensación de impotencia y noto como un cabreo me recorre el cuerpo, nublándome el juicio. Insulto a todos los Dioses existentes, y golpeo la mesa maldiciendo el universo entero. Pero ahora es distinto… Muy distinto.

En este restaurante suele venir a comer mucha gente, y rara vez está vacío. Estoy rodeado por unas 40 personas masticando, riendo, conversando sobre política, economía, sobre el dolor de cabeza habitual de sus mujeres o lo soso que es su marido en la cama… y sin embargo no oigo más que un murmullo ambiental (si es que se puede describir así), como cuando estás en la playa, tumbado, y escuchas el rubor de las olas azotadas por el viento.

Ha venido el camarero. Seguramente me ha preguntado qué deseaba tomar, pero no le he entendido. He respondido por inercia. No se ha dado cuenta de que no le escuchaba. Es bastante relajante. Estoy sentado en un restaurante, bebiendo un vino que no tengo ni puta idea de si es bueno o no mientras espero el plato que he pedido, rodeado de gente… y me siento muy relajado, como si estuviese en un templo, en el que se susurran oraciones ininteligibles. Es mi nirvana. Podría decir que está siendo el mejor momento del día. Si, de hecho, este podría estar siendo el mejor momento del día, si no fuese porque… estoy rodeado de gente, y me siento solo.