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[Relato] Terreno sagrado

‘Y allí estaba yo, de pie, observando aquel lugar que había estado buscando con ahínco durante tanto tiempo. Ese lugar sagrado que se perdía de vista entre las nubes, mecido por el viento, mientras el sol bañaba con su luz las piedras blancas y las plantas verdosas que formaban dicho paisaje.

Algo llamó mi atención sin embargo; un muro, de color negro, que se interponía en mi camino. Las piedras, de color oscuro, se veian quebadrizas, por lo que no serían rival para mi voluntad, que golpeaba con fuerza, impaciente por llegar a la meta. Pero, de alguna forma, las piedras negras, agrietadas, aguantaban todos los golpes sin inmutarse. El muro no cedía. Mis puños lloraban, deformados por el esfuerzo, y mi voluntad se apagaba, ante tan arbitrario y extraño obstáculo.

Quizá no pude derribarlo, porque no entendía lo que golpeaba, cegado por la impaciencia o una furia que generaba la impotencia.

Me senté… y esperé…’

 

Infierno sobre la Tierra

«Cuando no haya sitio en el infierno, los muertos caminarán sobre la Tierra.«

 

Citando la frase de una de las grandes películas de género zombie que hizo George A. Romero (El amanecer de los muertos vivientes), voy a publicar en el blog algo… fuera del estilo habitual. Esta vez no encontraréis humor absurdo, ni algo gracioso. No, en esta ocasión es algo un poco triste, porque voy a hablar sobre zombies, y lo voy a hacer desde su esencia melancólica (ya tendré otra ocasión para reirme de ellos con vosotros, pero no ahora). Asi que si no estáis en un estado de ánimo adecuado, o buscábais humor y alegría, será mejor que dejéis de leer y volváis en otra ocasión, cuando el contenido sea más ameno (os recibiré con los brazos bien abiertos, como es costumbre).

A día de hoy, con la invención de los infectados (zombies que corren), imagino que nadie se toma en serio a los zombies tradicionales… y no es de extrañar, ya que son torpes y no dejan de soltar quejidos perezosos, a diferencia de los infectados, que chillan y te ponen los pelos de punta. Pero claro, igual es que los zombies tradicionales no pretenden asustar, simplemente están deambulando por ahí, cuerpos sin vida caminando, intentando recrear el reflejo de lo que era su vida pasada, tratando de calmar su apetito por la carne humana.

Son lentos, sí, pero son muchos, y como se te ocurra subestimarles, te rodearán en un momento. Pero en realidad no dejan de ser tristes… a pesar de su aspecto demacrado y pútrido, y de su cuerpo frío y sin vida… son como nosotros. Se mueven por inercia, de forma sistemática, tal y como lo hacemos nosotros… intentando buscar algo que llene nuestras vidas, asustados de que llegue el final, aferrados a esperanzas e ilusiones. Muchas veces sonreímos, pero en realidad no sabemos si somos felices. Muchas veces lloraremos, y no sabremos dónde nos duele con exactitud. Casi casi, nuestro dolor se parece al lamento de ultratumba de los zombies… un sonido gutural y grave, como pidiendo ayuda. ¿Ayuda a quién? A nadie en realidad, pero tenemos miedo.

¿Sabíais que los animales protegen sus puntos débiles por naturaleza? En el caso de los perros por ejemplo, su punto débil es la panza, que es donde se encuentran los órganos vitales; es por eso que caminan sobre 4 patas para proteger dicha zona, y sólo se pondrán panza arriba si confian en ti. Los humanos tambien somos animales, pero mucho más orgullosos (entre otras cosas); por lo que jamás reconoceremos nuestros puntos débiles, de hecho, los negaremos. En la mayoría de los casos, no podremos recibir ayuda al no pedirla; y en caso de pedirla, a veces ni la recibiremos, porque muchos se sentirán superiores a nuestra debilidad, y se aprovecharán de la situación. Es triste.

Los zombies son lentos y ridículos, pero nos ganan. No tienen moralidad… no tienen sentimientos… no tienen debilidades, al ser cuerpos sin vida… son la esencia más animal de los humanos. Por supuesto, los zombies en sí, no existen, sólo son personajes de historias de terror; pero no son los monstruos de dichas historias, no, los monstruos somos nosotros.

Para finalizar, os dejo con algo que escribí, simulando el fragmento de un diario que alguien podría encontrar en una película de zombies, ya que el tema es muy apropiado. Ojalá que os guste, y nos vemos en otra ocasión.

¡Cuidaos!

 

Relato de terror

¿Sabéis esa sensación que se tiene en según qué momentos, como de soledad, de melancolía… que no es que te gustaría estar al lado de alguien, sino que lo NECESITAS, como el agua cuando se tiene sed?

Esa misma sensación, que nos presiona desde dentro y nos invade con tristeza, es la protagonista de la siguiente historia. Nadie desea estar solo… algunos toleran la soledad más, otros la toleran menos…. pero al final, nadie puede tratar la soledad con cordura; saca lo peor de nosotros, nos hace seres miedosos, aterrorizados, necesitados… impotentes. Y si a eso le sumas una situación que no comprendes, que se te escapa de las manos… el resultado es algo inexplicable con palabras.

Una chica estaba pasando el verano en la casa de la playa que tenían sus padres; quería alejarse de la ciudad, y relajarse bronceándose al sol, escuchando el rubor de las olas. Esta chica, no tenía una personalidad muy robusta precisamente, por lo que era bastante tímida. La soledad la aterraba, pero su impotencia a la hora de acercarse a gente nueva era aún mayor… así que consiguió convencer a un amigo suyo para que la acompañase a la playa.

Era una buena chica, con sus momentos de brillante genialidad y una simpatía muy dulce; pero sus miedos la bloqueaban, la impedían dar lo mejor de ella… y por desgracia, eso acababa cansando a los que la rodeaban. Su amigo estaba aburrido de tener que acompañarla a todos lados y de estar sacando tema de conversación cada 2 minutos, por lo que se creaban situaciones bastante forzadas… pero como amigo, quería lo mejor para ella, asi que hizo todo lo que pudo para no dejarla sola.

Una noche, después de un largo paseo por la playa bajo los fuegos artificiales, conversando sobre cosas aleatorias, volvieron a casa para descansar. Esa misma noche, era especialmente silenciosa, incluso el mar estaba en calma, y aunque había algo de brisa, el calor interrumpía el sueño de la chica de forma intermitente. No dejaba de dar vueltas en la cama, sin poder dormir durante ratos largos, empapada en sudor.

Oye.. ya sé que puede sonar raro, pero ¿podrías cogerme la mano? No puedo dormir y me estoy agobiando…«- dijo la chica.

Las camas de ambos estaban casi pegadas, con un poco de espacio entre medias suficiente para circular por alli.

Claro, no tengas miedo. No te pasará nada mientras esté yo aquí«- le dijo el amigo de forma dulce, mientras la agarraba la mano.

Dios, tienes la mano bastante fría, yo en cambio me estoy asando de calor!!«- le decía la chica.

En esta cama no hace tanto calor, corre la brisa, si quieres te cambio la cama.«-le ofrecía el chico.

Jajaja, no, tranquilo, así estoy bien«- dijo la chica reconfortada por sentir la compañia de su amigo.

Siguieron charlando durante varios largos minutos, incluso riendo. La chica ya no estaba agobiada, ni tenía miedo, porque sentía la calidez que ofrecía la compañía de su amigo. Estando acompañada, se sentía mejor, con más seguridad… pero no dejaba de pensar en el momento en el que su amigo se iría y volvería a estar sola.

En ese momento, su amigo entró en la casa, apagando en el cenicero el cigarrillo que se estaba fumando afuera: -«Caray, si llego a saber que tú sola te lo pasas tan bien, riéndote a carcajadas, te habría dado un poco más de cancha. Apenas me dabas tiempo para fumarme un cigarrillo a solas, para pensar en mis cosas«.

La chica ya no se reía. Seguía sintiendo el frío de lo que la estaba cogiendo de la mano, a la vez que miraba a su amigo de pie en la puerta, mirándola, extrañado. Giró la cabeza rápidamente a su mano, alarmada.

 

No había nadie.

 

 

Relato corto: ‘El periódico’

Muy buenas, aquí publico otro relatillo corto (me está gustando mucho, y cada día se me ocurren cosas nuevas sobre las que escribir). Como estoy de vacaciones, y sólo tengo un netbook a mano, no puedo publicar dibujos, asi que seguramente estos días publique relatos cortos. Me gustaría adaptar algunos a formato cómic, pero eso ya será más adelante; ya me contaréis que os parece 🙂

Os dejo con el relato que he escrito esta mañana. No se si conoceréis la serie Twilight Zone (aquí en España creo que llegó con otro nombre… ¿Historias del más allá? No recuerdo :S ). El caso es que le he querido dar a este relato un estilo parecido al de esa serie. Espero que os guste 😀

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Me llamo Francisco, pero podéis llamarme Fran. ¿Alguna vez os ha pasado algo tan increíble, que tardáis un tiempo en assimilarlo? Y no estoy hablando de un ascenso en el trabajo, o de conquistar a la chica o chico que llevabáis observando durante meses. No. Estoy hablando de un cambio total y absoluto de vuestras vidas. Un cambio tan fugaz, que ni lo véis venir.

Era un lunes. Lo recuerdo muy bien porque tenía resaca del fin de semana, e iba desorientado de camino al trabajo. Me senté en una cafetería para tomarme un café y despejarme; iba a ser una parada breve, me sobraba tiempo.
Mientras le daba unos sorbos a mi café, intentando no abrasarme la lengua, vi un periódico que reposaba en una esquina de mi mesa. Ni siquiera era un periódico importante, con suficientes páginas como para entretenerte toda una mañana leyendo; era más bien el típico periódico gratuito, delgado, con las noticas más relevantes del momento, y algún que otro pasatiempo en las páginas de atrás. Como aún me quedaba más de medio café, e iba sobrado de tiempo, decidí abrir el periódico abandonado por el final, y resolver los pasatiempos (las palabras cruzadas o los sudokus son mis preferidos).

¡Qué porqueria! Los pasatiempos ya estaban resueltos, se me había fastidiado la única diversión que tenía al alcance en ese momento… ¿o no? Teniendo el bolígrafo en la mano, y con la diversión truncada, le dí la vuelta al periódico, y me conformé dibujándoles bigote a los personajes que salían en las fotos de las noticias. Eran bigotes sencillos, realizados con un manchurrón de boli con movimientos zigzagueantes. Una vez se acabaron los bigotes que dibujar, pasé directamente a tachar noticias, cambiarlas, escribir palabras obscenas… lo que haría alguien aburrido con un bolígrafo en la mano.

Lo admito, no era excesivamente divertido, pero entretenía lo suficiente para terminarme el café. Me disponía a levantarme y reanudar mi camino al trabajo, cuando entró casualmente uno de los personajes importantes que salían en el periódico que acababa de pintarajear.  El tío llevaba un bigote, como si alguien se lo hubiese pintarajeado en la cara… solo que no era tinta, era real. Al principio no le dí mucha importancia, lo encontré curioso y gracioso al mismo tiempo; una curiosidad casual. Pero una vez que las casualidades casuales aumentaron de forma alarmante, cambié de opinión: no sólo las personas del periódico a las que dibujé bigote, llevaban uno idéntico (incluidas las mujeres), ¡sino que también estaban cambiando las situaciones actuales, tal y como yo las escribí!

Obviamente, no intenté buscarle la lógica al asunto, simplemente cogí el periódico, y me fuí corriendo a casa. Cambié muchas cosas, demasiadas; incluso averigüe que también funcionaba añadirle post-its al periódico, sumándole extensiones en las que escribir.

Lo cambié todo. Al principio fueron cambios menores (mi trabajo, mi economía, las personas con las que me relacionaba…), pero no tardé en volverme ambicioso, y llegaron los cambios mayores. He llegado a cambiar prácticamente el mundo entero para mis propios intereses, y seguirá cambiando, por supuesto. Probablemente estés leyendo esto, y te parecerá un cuento o una anécdota inventada, pero lo cierto es que todo lo que tienes alrededor, incluida tu vida, la he cambiado yo, con un periódico que me encontré en una cafetería de camino al trabajo. Puedes recordar mi nombre y maldecirme, o simplemente mirar hacia otro lado y repetirte mentalmente que nada de esto es cierto, que tienes total control. ¿Cómo se siente el saber que no eres más que una marioneta que se mueve por situaciones que otro crea, modifica o elimina? Que tengas un buen día. Yo seguro que lo tendré.

¡Qué cabrón el tal Francisco! No tiene pinta de contar la historia con intenciones informativas, sino más bien con intenciones dañinas. El poder se sube rápido a la cabeza…

Un saludo, y gracias por visitar al erizo una vez más 😀

Relato corto: ‘El restaurante’

Muy buenas, seguidores/as y visitantes de este nuestro erizo. No hace falta decir que me apasiona dibujar, creando escenarios, situaciones y personajes (sobretodo personajes, ya que los escenarios aun los tengo un poco verdes); pero también me gustan mucho los cómics, y algún día me gustaría dibujar uno. El principal problema es el guión, así que voy a escribir un mini-relato, para practicar mi redacción, y entrar en calor… de esta forma, voy añadiendo ideas para un posible guión. Perdonen si el texto tiene faltas graves o clichés, pero en fin… escribir no es mi campo, aun ^__ ^U

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Tengo los oídos taponados, otra vez. He ido al otorrino bastantes veces, y siempre es la misma respuesta: “Usted no tiene nada en el oído, señor. No tiene tapones de cerumen que hagan obstrucción, ni inflamación, y su nivel de audición es normal. Intente masticar chicle, o haga ejercicios con la mandíbula para quitar el taponamiento”. ¡Ya lo hago! Y siguen taponados.

De hecho, se me taponan de una forma un tanto aleatoria. Después de estar “trabajando” de 10 a.m. a 1:30 p.m., con sudor en la camisa de haberle “apretado las tuercas” a un idiota que valora más sus deudas que a su propia vida, y de tomarme un cremoso café italiano ¡PAM!, taponamiento. ¡¡Joder!! Normalmente, cuando se me taponan los oídos, siento una sensación de impotencia y noto como un cabreo me recorre el cuerpo, nublándome el juicio. Insulto a todos los Dioses existentes, y golpeo la mesa maldiciendo el universo entero. Pero ahora es distinto… Muy distinto.

En este restaurante suele venir a comer mucha gente, y rara vez está vacío. Estoy rodeado por unas 40 personas masticando, riendo, conversando sobre política, economía, sobre el dolor de cabeza habitual de sus mujeres o lo soso que es su marido en la cama… y sin embargo no oigo más que un murmullo ambiental (si es que se puede describir así), como cuando estás en la playa, tumbado, y escuchas el rubor de las olas azotadas por el viento.

Ha venido el camarero. Seguramente me ha preguntado qué deseaba tomar, pero no le he entendido. He respondido por inercia. No se ha dado cuenta de que no le escuchaba. Es bastante relajante. Estoy sentado en un restaurante, bebiendo un vino que no tengo ni puta idea de si es bueno o no mientras espero el plato que he pedido, rodeado de gente… y me siento muy relajado, como si estuviese en un templo, en el que se susurran oraciones ininteligibles. Es mi nirvana. Podría decir que está siendo el mejor momento del día. Si, de hecho, este podría estar siendo el mejor momento del día, si no fuese porque… estoy rodeado de gente, y me siento solo.